Tras conocerse el pedido elevado al Ejecutivo local, por parte de la Defensoría del Pueblo de la Provincia de Buenos Aires, de adoptar medidas pertinentes para el uso de agroquímicos, accionado por una denuncia de vecinos de la localidad de Gardey, Nueva Era se comunicó con el ingeniero agrónomo- MP 00002 CIAFBA-, Pedro Platz, para que aportara su mirada al respecto y diera cuenta de la problemática y las discusiones que se llevan a cabo sobre la aplicación de fitosanitarios.
La provincia de Buenos Aires cuenta con una Ley de Agroquímicos- N°10.699-, sancionada en 1988, complementada por su reglamentación- decreto 449, año 1991, que le proporcionó a la comunidad, un instrumento legal que procura proteger la salud humana, los recursos naturales y la producción agrícola a través de la correcta y racional utilización de los productos plaguicidas- y algunas resoluciones ministeriales.
En diálogo con Nueva Era, el ingeniero Pedro Platz dijo: “la ley es bastante completa porque desde un principio plantea el hecho de que cualquier aplicación de un fitosanitario debe realizarse a través de una receta agronómica, que incluye, más allá de la prescripción del profesional para el uso del producto, las recomendaciones para hacer un buen empleo del mismo”.
Para Platz, además, “si el profesional recomienda cómo aplicarlo y cuáles son los límites, y el aplicador lee la receta, se terminaría un poco todo el debate. Creo que si respetáramos la ley a rajatabla, no estaríamos discutiendo estos problemas, porque el profesional está perfectamente calificado para prescribir lo que corresponda. Es tan simple como eso”, afirmó.
“Los productos no son inocuos”
Con esas palabras, el docente adscripto de la cátedra de Mecanización agrícola de la Facultad de Ciencias Agrarias de Balcarce, se refirió a los peligros existentes ante una mala aplicación de los agroquímicos. “Todos los productos que se usan en el campo tienen un nivel de toxicidad, hasta para el que los manipula- para el ser humano la peligrosidad está catalogada según distintos tipos de colores-“, explicó.
Igualmente, todos los pesticidas para ser comercializados, pasan por varios estudios- “que llevan entre 8 y 10 años”- que los habilitan según el nivel tóxico que puede tener para los seres humanos y el ambiente, es decir, “cursos de agua, para los peces, aves, insectos- la abeja, por ejemplo, es un organismo muy sensible- y mamíferos, entre otros. Y, justamente, es el profesional el que sabe y entiende si se puede aplicar o no, y cómo se hace”, destacó.
Por eso, para el ingeniero, la mayor problemática radica en cómo se aplican los agroquímicos. “Que haya un profesional atrás que prescriba la forma en que debe realizarse, es lo importante. Hay una ley, hay profesionales capacitados para hacer, primero, un diagnóstico y, posteriormente, una receta; y, al finalizar, la normativa dicta que hay que elaborar un acta en la que queden certificados todos los pasos del proceso realizado”, sostuvo.
“Siempre hago hincapié en que la distancia no es lo más importante”
Así se refirió Platz a uno de los aspectos que podrían definir la buena calidad de la aplicación de los agroquímicos. “Un aplicador puede estar suministrándolo a más de mil metros de distancia, de una zona con riesgo de contaminación, e igualmente hacerlo mal y contaminar. Obviamente que la cantidad de producto que puede llegar a derivar de un lugar a otro es distinta, pero no se soluciona el problema desde ese punto de vista”, afirmó.
Y, siguiendo esa línea, continuó: “se soluciona con una prescripción adecuada a través del documento legal que es la receta agronómica, con la que el productor compra el insumo y se lo da al aplicador- quien está arriba de los equipos autopropulsados, llamados mosquitos-. Al finalizar, el operario debe hacer un acta, en el que deja constancia de lo aplicado, la forma en que lo hizo y las condiciones ambientales en que fue realizado”.
En la ley vigente, todo lo explicado por el ingeniero Platz está especificado. Sin embargo, el dictamen que vela por la protección de la salud humana, recursos naturales y la producción agrícola mediante el uso racional de productos químicos o biológicos, “no se cumplió nunca y por eso hoy estamos discutiendo una cosa que en realidad es muy sencilla”, dijo.
La importancia de la presencia de los profesionales
Los cultivos también presentan vestigios de enfermedades. “Cuando las personas tienen un síntoma, van al médico que tras diversos análisis y estudios, les otorga la receta adecuada. Y eso es lo que hace el ingeniero agrónomo en el campo. Las plantaciones son los pacientes que hay que revisar, para que no tengan enfermedades, maleza o insectos, entre otras cuestiones”, explicó Platz.
El ingeniero está capacitado “para decidir si la intervención química es necesaria o no. Y, en caso de que haya una enfermedad importante, le dice al productor qué fitosanitario debe aplicar y cómo debe hacerlo, a través de una receta, al igual que un médico. No hay otra manera de hacerlo, porque va a salir mal y esto puede provocar un serio problema”, enfatizó.
“Reconozcamos que se hicieron las cosas mal”
Consultado respecto a los cambios necesarios para disminuir en gran medida el impacto de los agroquímicos en la sociedad y el medio ambiente, Platz reiteró que “cumplir con la ley ya sería suficiente. Con una receta de por medio, el aplicador sabe lo que tiene que hacer y cuándo debe parar, en caso de estar haciéndolo mal. Los riesgos de realizar malas aplicaciones son innumerables, por eso lo tiene que manejar un profesional”.
La firma del acta al finalizar el proceso de colocación del fitosanitario es igual de relevante, ya que, “en caso de que algo no salga correctamente, queden establecidos los pasos realizados por el operario”, comentó el ingeniero que también dicta cursos dependientes del Ministerio de Agroindustria, referidos a la aplicación de agroquímicos, para otorgar el carnet de aplicador.
Otra de las cuestiones que consideró importante para aportar a la problemática son los controles. “Debería haber más inspecciones, porque aquello alinearía a todos los productores y aplicadores con respecto a la normativa, y favorecería a que se entendiera que el producto tiene una toxicidad y hay profesionales que hacen recomendaciones para su correcta aplicación”, explicó.
Para finalizar, Platz no quiso dejar de referirse a la denuncia realizada por los vecinos de Gardey como algo que si existe es porque “alguien hizo las cosas mal. Y esto ocurre por dos razones: la ignorancia y la necesidad de entender que hay una ley- desde hace 30 años- que debe ser cumplida. Creo que faltó una mayor fiscalización, donde el productor estuviera más alerta y se cuidara más para no ser multado”, expresó.
Las moléculas de los agroquímicos, tienen una toxicidad perjudicial para el ambiente y la salud de los seres humanos, por lo que “no se puede aplicar a gusto personal; Y ahí está la simpleza de la situación: hay que aumentar los controles- más seguidos, firmes y con resoluciones rápidas- y los productores, a sabiendas de la exigencia en las inspecciones, deben tomar consciencia y contratar a los profesionales como corresponde”, finalizó.